Talla XL
El otro día me tocó ir de compras, algo que hago poco y cada vez me gusta menos. Pero necesitaba algo de ropa «decente», por eso de que de cuando en cuando tengo que dar la imagen de esa «empresaria» que llevo dentro (me preocupan tan poco estas cosas, que la ropa que tengo para estos casos tiene más años que la tos y además de pasada de moda y buena parte me queda «pasada de talla» (o falta de talla, diría mejor ;))
El caso es que, buscaba algo «elegante» a la par que «bonito» y de cierta calidad, visto lo poco que lo uso y lo mucho que me dura y que no soy de cambiar de fondo de armario cada temporada.
Encontré en Massimo Dutti una chaqueta que me gustaba, pero la L me quedaba demasiado ajustada, y no me gusta ir embutida a lo butifarra, así que pido la XL. La chica la busca, vuelve diciendo que no, y le pregunto si puede mirar en alguna otra de sus tiendas… Hace la consulta, y vuelve con que no, no porque no la tengan, sino porque no se fabrica más talla, que lo más grande es esa.
Mi cara debe ser un poema…
¿De verdad me dicen que no hacen nada mayor que una talla L… y una talla L bastante poco generosa, por cierto?
¡Venga ya!
De verdad, que yo alucino. De pantalón si soy consciente que necesito una talla mayor, gracias al hermoso culo y buenos muslámenes con que me ha dotado la genética, pero de arriba no suelo tener problemas, una talla L o XL generalmente me sirven, o incluso M si son amplias o americanas…. Pero que no encuentre una chaqueta de mi talla no me parece tan normal porque, aún estando hermosa, no estoy tan fuera de tallaje.
Sin embargo, no es la primera vez que me ocurre en tiendas de ropa un poco más chic (ojo, que no estoy hablando de alta costura…), y digo, vamos a ver…. ¿Es que las «no modelos» no podemos vestir medio decentemente?
¿De verdad se creen que una talla L, escasita, es suficiente como para no fabricar nada mayor?
¿O es que si sobrepasamos esas medidas no somos dignas de llevar sus modelos?
No es que me produzca ningún trauma especial, estoy más que acostumbrada a no poder llevar lo que me gustaría, pero ahora me ha dado el punto de escribir de ello. Esta vez ha sido Massimo Dutti, pero podría hablar de muchas más marcas. Y tengo tan mala suerte que, de lo que hay tallas, pocas veces me gusta (soy rarita, qué vamos a hacerlo…) y que si me voy a ropa de tallajes especiales (tallas grandes), todo me queda demasiado grande! O sea, que en lo «normal» no entro, y en lo grande «me sobra» ¿¿Que pasa con gente como yo, tirando a más pero sin llegar a lo mucho más? ¿es que no podemos vestirnos como nos gustaría? ¿Somos rara avis??
Como digo, no soy mucho de ir de compras, pero cuando me toca:
Uno: Ni siquiera entro en según que tiendas donde sólo caben las super delgadas (¡¡menudas tallas «L» hay por ahí… pero si no corresponden ni una 38!!)
Dos: Siempre termino haciéndome estas reflexiones
Me parece, sinceramente, vergonzoso y lamentable.
Me parece triste que la sociedad en que vivimos penalice de semejante manera a quienes no caben en un stardard bastante poco estandarizado, dicho sea de paso.
Me parece tan ridículo, incluso desde el mero punto de vista empresarial (= no vender más), que no puedo entenderlo, por mucho que le de vueltas.
Y además, me parece que los astros se alían. Hoy mismo va y leo en el suplemento del Heraldo, precisamente un articulo sobre las «curvys», o sea… ¡¡¡las gorditas de toda la vida!!! Y me entero que existen blogs, tendencias y bastante material para las gorditas a quienes les importa la moda (Soy curvy, 5 blogs de moda curvy, La moda Curvy se impone…). Enhorabuena.
Esta XL me hace pensar muchas cosas, así que voy a dejar llevarme, una vez más, por las ganas de escribir.
RECUERDOS DE UNA NIÑA GORDITA
Hace tiempo que la imagen física no es algo que me preocupe demasiado. Supongo que como en todo, tiene mucho que ver lo que vivimos en la infancia y cómo gestionas tus propias vivencias y emociones.
Nací con casi 5 kg y esta orondez, en más o menos medida, me ha acompañado toda mi vida, con lo que llega el momento en que tienes que decidir cómo vas a llevar lo que va siempre contigo. Pasé mis momentos peores, lo más duro, la adolescencia, la época más complicado en cuestión de físico, pero el hecho de ser de las primeras de mi clase en tener novio formal, imagino que me dió una seguridad y confianza y ya con el tiempo uno va poniendo otros valores en la balanza.
Bastante sufrí ya de cría siendo una niña «gordita», pero gracias a mi carácter y forma de ser, los disgustos no pasaron de berrinches puntuales «me han llamado gorda» y nunca he estado acomplejada, pese a que esta sociedad en que vivimos no lo pone nada fácil para los no delgaditos.
Aún así, es cierto que mis mayores «traumas» de infancia vienen de bien pequeña y por temas alimentarios.
Con 10 años mi madre ya empezó a controlarme las comidas, no hacía régimen propiamente dicho, pero ya sabía que yo no podía merendar un bocata de Nocilla o de chocolate, como tanto me gustaba y hacían mis amigas. Empecé a tener ese sentido de culpabilidad, y a subirme a escondidas al taburete para llegar donde estaban camufladas las tabletas de chocolate tan exquisito que mi padre traía en abundancia de sus viajes de montaña a Suiza. Descubrí las formas de hacerme la escurridiza y llegar a la nevera sin que nadie me viera, para dar cuenta de esas delicias que si tomaba en la mesa cómo me gustaría, recibiría la mirada reprobatoria o el terrible «ya basta, Hellen»…
Algo que me quedó grabado a fuego fue la mirada de «no me lo puedo creer» de la madre de una amiga mía, Cristina. Estábamos en 6º de EGB, 11 años más o menos, y después del cole, casi siempre íbamos a su casa. Eran la tira de hermanos, 11 si no mal recuerdo, ella la pequeña, y era la casa de los sueños de cualquier crío -y adulto, me atrevería a añadir-, donde todo se permitía y la gente era súper divertida, liberal y espontánea. Una tarde que estábamos en la cocina con su madre y varios de sus hermanos, hablando de cocinillas, salieron los huevos fritos a relucir…
– ¿Qué no sabes hacer un huevo frito, Hellen? – me preguntó alguien algo sorprendido… como si una cría de 11 años tuviera que saber hacerlo, en mi caso me parecía raro, pero, ¡¡eran tan especiales en esta casa, que seguro que Cristina sabía!!
– No. No se… nunca he hecho… en casa cocina mi madre.
– ¿No? Pues ahora mismo vamos a hacer unos, para que aprendas…
– Es que… no puedo comerlos.
– ¿No puedes comer huevos fritos? ¿Por qué, te dan alergia?
– No… ENGORDAN
Se creó un silencio lapidario a mi alrededor y noté como varios pares de ojos me miraban como si de repente hubiera mutado a color verde Hulk… Hasta que de repente, empezaron todos a hablar y decirme cosas…
– ¡Pero…. ¿¿¿cómo que engordan???
– ¡¡!Que eres una niña!!!
– ¿¿Cómo te preocupas por eso ahora???
-¡¡Tú come lo que te apetezca, disfruta!!!
– ¡Estás en pleno crecimiento!
– Ya adelgazarás cuando seas más mayor!!
Sentí que toda esa gente reprobaba que no comiera algo por la presión del engordar, ¿que era una niña gordita? Vale, pero eso no tenía ninguna importancia para ellos, tampoco era obesa, ni nada fuera de orden como para vivir tan preocupada a esos años… Me estuvieron hablando de estas cosas, y me daban ganas de llorar…
¡¡Y acabé comiéndome un par de huevos fritos, maravillosamente hechos, con su pan para mojar, que me relamía y se convirtió en la merienda que con más cariño recuerdo de mi vida!!!!
Totalmente distinta fue otra experiencia que no olvido. Estaba en 7º de EGB y tocaba la dichosa revisión médica que todos los años hacía ronda escolar. Era divertido porque cuando te tocaba, perdías clase, pero para las que teníamos sobrepeso, eso de subirnos a la báscula delante de todos, era un tanto vergonzante. Yo de todas formas, dentro de lo malo, no lo llevaba mal, como digo, mi forma de ser, ha hecho mucho.
Estábamos en clase de Lengua con la Señorita Marisa. No me caía muy bien, la verdad. Era muy borde. Tenía 2 hijas en el cole, María iba a mi mismo curso pero en otra clase (la C), y Marta un año mayor que nosotras. Eran gorditas también, de buen año, aunque algo más altas que yo. Nos tocaba salir para la segunda tanda de las revisiones, a las 10 últimas, y cuando estoy ya por la puerta, me llama…
– ¡Helena! – en el cole me llamaban Helena
– ¿Si?
– ¿Cuánto mides?
– 148
– Y ¿cuanto pesas?
Ahí me quedé un tanto helada… ¿y qué le importa? Pero como era una profesora, había que responder
– Ummmm…. 51 kilos
– ESTÁS DESPROPORCIONADA. Ale, vete a la revisión
Me quedé helada… ¿A qué coño venía eso? Pero mi geniacho no se quedó parado y le contesté antes de cerrar la puerta detrás de mí..
– Si. Como Marta y María, tus hijas.
Hay que ser imbécil y muy poco considerado, para, ser profesor, y delante de toda una clase, hacer y decir algo así. Menudo cabreo me pillé y cómo la pusimos a parir durante todo el recorrido hasta la sala de la revisión.
VIVIR A DIETA O ESTAR FUERA. O NO.
El caso es que he vivido a régimen desde los 12 o 13 años hasta no se cuando.
No creo que sea bueno ser tan pequeño y vivir obsesionado por la comida, pero también comprendo que mi madre no quería verme sufrir, porque estar gordo en nuestra sociedad es algo bastante mal visto, que cierra puertas, causa desprecios, risas, rechazos y produce injusticias y desequilibrios. Hay que estar muy centrado y equilibrado (que no significa que yo lo sea), para que todo eso no te afecte.
Mirad alrededor. Cuando despunta alguna actriz o presentadora gordita (si es que alguna lo consigue), siempre llama la atención y provoca comentarios. Vivimos tan exageradamente mediatizados por el aspecto físico que desvirtuamos el resto de los valores. No digo que no sea importante cuidarse y estar bien, pero ese estigma supone una carrera de obstáculos para los que arrastramos unos kilos de más. Hablo de las mujeres, porque es lo que soy y lo que vivo, pero igualmente pasa en los hombres, incluso diría que es peor, quizá no tengan tantos problemas de ropa, pero sí de otro tipo en lo que no voy a entrar ahora.
Personalmente y por otro lado, creo que tengo mucho que agradecer a esta condición física que me ha acompañado. Siempre lo he dicho, y es porque estoy convencida. Si yo, Hellen Faus Gallejones, tal como soy, llego a ser simplemente delgada, sin más… hubiera sido la cría más chula y creída del universo (¡¡¡si ya lo era siendo gorda, imaginaros!!!), y me hubiera convertido posiblemente en una adulta estúpida y vanal. Bueno vale, tanto no creo, pero lo de creída a grados extremos… ya os digo que si, así que la naturaleza es sabia, y lo que da por un lado lo quita por otro, es todo una cuestión de reparto ;))
En fin. Bendita XL. Me ha traído unos recuerdos curiosos, me ha reforzado la importancia de sentirse a gusto con uno mismo, tener la base en lo que no se pesa en una báscula y valorar lo que de verdad cuenta. Pero señores que diseñan la ropa… creo que no lo están haciendo nada bien.