El Sonido del mar
Río de Janeiro, Brasil. 27 de agosto de 1994.
Mientras mis tíos y primos intentaban inútilmente llamar mi atención desde la terraza de casa, yo paseaba y me mojaba con el mar y con la lluvia por la playa de Copacabana una tarde de agosto sombría de pensamientos.
Y mientras tanto, enfurecida y rebotada escribía e inquiría:
… ¿No podrás, tú, Mar, aclararme algo la mente?
EL SONIDO DEL MAR
¿Qué gritan las olas al batir en las rocas?
¿Qué murmura la espuma al volver a ser mar?
¿Qué canción que resuena? ¿Qué discurso pronuncian?
¿Qué decís, olas del mar,
cuando abrazáis solemnes,
cuando rompéis murallas?
No hay sonido en el silencio
No hay palabras, no hay canción
Ni existen gritos
ni música
ni murmullos
sin oídos ávidos de escucha,
si a los sentidos les detienen su función.
¿Qué me dices, Atlántico, en esta tarde de agosto?
¿Qué me cantas ahora cuando el mes ya se acaba?
¿Qué murmuras, coloso?
¿Me amenazas?
¿Me tientas?
¿Pretendes amedrentarme?
Quieres atraparme y no puedes
Quieres devorarme y no sabes
¿Quieres enmudecerme?
¿Quieres ensordecerme?
¿O es amarme lo que quieres?
Háblame, te escucho
Cuéntame, que te atiendo
Si cantas, cantaremos juntos
Grítame con ganas, fuerte
Deléitame susurrando
Pero no calles
Entona esa tu melodía brava
murmura gritos de gloria
haz mis tímpanos vibrar
No calles
No calles más, mar
¿Qué me dice el Atlántico en una playa de Río?
¿Qué motiva a esas gotas a volverse a reunir?
¿Qué insinúa la arena bajo mi deslizante?
¿Qué sabor da la sal al pegarse a mi piel?
¿Qué me dice el Atlántico bajo nubes tan grises?
¿Acaso me llama?
¿Acaso yo escucho?
¡Háblame, mar! ¡Háblame!
Háblame más..