Amanecía otro día en Alcanar.
La idea de quedarnos para hacer los papeles del barco se tuvo que cancelar porque falta una cosa por llegar. Tampoco pudimos encontrarnos con otro amigo de aquí que tiene barco, asi que las tres marías nos fuimos al barco a «marujearlo» un poco. Que si organizar esto, que si sacar todo de los enoooormes tambuchos y ordenarlos, que si tomar medidas, que si poner más defensas, que si tirar lo que no vale, que si probar todo lo que quedaba por toquitear, que si qué ponemos aquí, que si sacar las fundas para que la madre de Teresa nos haga unas sábanas a medida, que si…. ¡ostras, si ya son las 14’30!!
¿¿Oye, y por qué no comemos aquí???
Pues claro…. Ale, ¡A sacar la mesa!
Si, si, que también tenemos una mesita estupenda para la bañera… super mona, oiga! Saby se fue a casa a buscar los restos del fin de semana mientras terminábamos de hacer hueco, y allí que estrenamos ese comedor privilegiado que nos habíamos montado.
Por favor, qué maravilla, ¡¡¡ahora ya sé por qué la gente está tan enamorada de sus barcos!!!
Con ese solecito tan rico, solas en el puerto (un lunes a las 2 de la tarde, ya os podéis imaginar), disfrutando de otra vertiente de Kivuca, tan acogedor y práctico… ¡ya se donde vamos a pasar horas y horas este año !
Recogemos todo, nos miramos y… ¡venga, valientes, ¿vamos a por ello?!
No sopla ni una gota de viento, el mar está como un plato, tenemos todo reciente y fresco de ayer… ¿no vamos a ser capaces de sacar este barquito, dar una vuelta y volver?
Leer más