Mamá
Zaragoza, madrugada del 14 de enero del 2008
Quisiera ser capaz de escribir, no sobre la experiencia y el dolor más grande que he sentido en mi vida, sino sobre la mujer que ha marcado mis recién cumplidos 40 años de vida, y que seguirá dejando su huella en los días que me queden hasta que me vuelva a reunir con ella.
El 10 de enero nos dejó, como ella siempre quiso, y como todos, a pesar de nuestro egoísmo por su falta, agradecemos que se haya ido.
El 15 de enero, por disposiciones del destino, su materia, convertida en cenizas, volverá al mismo lugar en el que, justo 78 años antes, en 1930, vino al mundo.
Las bravas aguas del Cantábrico, que según el avance metereológico no estarán calmas ni transparentes ese día, acogerán toda una vida, 78 años llenos de sueños, de ilusiones, de vivencias y sobre todo, de todo el amor, cariño y bondad que una persona puede dar.
Vuelve a tu tierra, Mamá, Abá, Sita…
Origen y fin se dan la mano de nuevo en un momento duro y cruel para nosotros, pero seguro que dulce y significativo para ti.
Santander, tu Cantabria adorada te recibe con tanto cariño como el que tú sentías por esta terruña y que nos ha calado a todos nosotros.
Cabo Mayor y su faro, ese lugar al que tantas y tantas veces nos has traído para que tal día como este te devolviésemos a tu lugar, son tu deseo cumplido.
Este lugar temido por todos nosotros por tener que llegar este día, a la vez sagrado y admirado se convierte ahora en lugar de culto.
No hay palabras para expresar tanto, no hay lágrimas para llorar toda la ausencia que desde hace 3 días ha irrumpido en nuestras vidas, no hay sentimientos que no hayamos compartido contigo durante todos estos años que nos has regalado, luchando por nosotros, desviviéndote por nosotros, dándonoslo todo…
Tu corazón era grande, tan grande que hasta físicamente necesitó más espacio para que cupiéramos todos dentro. Tu corazón no era tuyo, era de todos los que hemos formado parte de tu vida, y sabes que hemos sido muchos… Los que estaremos contigo en ese Cabo Mayor que ahora va a ser más tuyo que nunca lo sabemos, como también lo saben muchos que no estarán en ese momento, pero que forman parte de tu historia, de la historia de Sita Gallejones Prieto.
Mamá, Sita, Abá… No cabe decir nada sobre ti, pues lo sabemos todo. Lo que nos has contado, lo que nos has enseñado, lo que nos has mostrado, lo que nos has indicado, lo que nos has demostrado…
Y también lo que nos has callado, que ha sido mucho, siempre para evitarnos sufrimientos y dolores, los que tú has tenido y no has querido que asomasen.
Tu corazón intentó seguir tu ritmo, Mamá… pero era demasiado intenso.
Querer tanto y tan bien debe ser bien difícil, tratando con personas, muchas veces cabezotas e inconscientes como nosotros.
Familia y amigos, todos somos uno contigo, porque no tenías nada para ti, era todo para todos. Sin reservas. A todo trapo. Con aplomo, serenidad, seguridad y sin escatimar ni una gota. Nos lo diste todo, y por eso no quedó nada para ti, se agotó antes de hora, dijo un 10 de enero ¡¡Sita, no puedo más, vámonos!!
Y en brazos de Ana, dijiste Adiós…
Mamá, Sita, Abá… has sido tan increíblemente buena que ni siquiera para un trance tan duro como este has querido que andásemos con tonterías.
Sin avisar, para que no hubiera tiempo a flaquezas, a desánimos, a eso que tanto temías de “molestar”…
Con tu estilo propio, el de no dudar de las decisiones y seguir adelante con ellas con paso firme y sereno.
Tu gran regalo ha sido saber que ha sido así, que no has sufrido, que no has tenido una agonía ni te ha recomido por dentro el dolor, la desesperación, el desánimo.
Al día siguiente querías quedarte sola por tu Corte Inglés para comprarte un abrigo, había que ir pensando en la Comunión de Henar, y ya estábamos buscando iglesia, que no fuese muy lejos, ni muy fea, ni muy fría, donde celebrar vuestras bodas de oro.
Y te vas. Y nos dejas, así, con la boca abierta, sin saber que decir, el corazón encogido y los ojos llenos de lágrimas saladas, igual que la Mar que te va a recibir…
Te adoramos y te queremos con locura…
Somos lo que somos cada uno de nosotros por haberte tenido en nuestras vidas.
Se nos ha hecho corto, tremendamente corto y breve, pero ha sido todo un regalo haber formado parte de ti.
Una carta de Henar y 78 rosas te acompañarán en este gran salto de tu vida para el que nos quisiste preparar, pero para lo que nadie estamos nunca listos.
Se irán contigo papeles, palabras, lágrimas y dolor, pero tú quedarás con nosotros.
Mamá…
Abá…
Sita…
Sé feliz y descansa, que te lo has ganado.
Da tregua a tu corazón tan atrotinado, y desde ese mar, ahora parte de ti y tú parte de él, no dejes de recordarnos lo que tanto nos has demostrado, que en esta vida, solo la esencia es lo que queda y lo que importa. Que el “NADA TE TURBE” de Santa Teresa, que en algunos momentos de tu vida, con tanta intensidad te repetías una y otra vez, llegue a nosotros a través de tu mirada firme, de tu sonrisa dulce, de tu querer tan grande.
Que las aguas te lleven allá donde no pudiste llegar en vida, pero sin alejarte de nosotros.
Cada vez que me sumerja en el mar, Mamá, sabré que me sumerjo en ti, y nunca el bucear y admirarme por lo que allí abajo se siente cobrará tanto significado…
TE QUIERO MAMÁ… NO VOLVER A PRONUNCIAR ESTA PALABRA Y QUE RESPONDAS A ELLA VA A SER LO MÁS DIFÍCIL PARA MI, PERO SEGUIRÉ LLAMÁNDOTE Y BUSCÁNDOTE, PORQUE SE QUE NO VAS A DEJAR DE ESTAR.