CategoríaRelatos y vivencias

1
¿Y por qué no?
2
La luna llena sobre el Kivuca
3
Estrenando al Kivuca. Capítulo 4. Porque no hay dos sin tres
4
Estrenando al Kivuca. Capítulo 3. Comienza una nueva vida
5
Estrenando al Kivuca – Capítulo 1 – «La noche de bodas»
6
Estrenando al Kivuca – Preliminares. Los nervios
7
Promoción 1984-85. 25 años después.

¿Y por qué no?

Son las 13:45, se avecina otro mediodía largo, apurando el trabajo, con llamadas y trabajo pendiente… Otro día más de verano, de los que empiezas a las 9, terminas pasada la media noche con media horita para comer… No me quejo, es una suerte trabajar, pero si me agobio a ratos…

El mar está cerca, pero, poco tiempo hay para disfrutarlo, aunque lo veo y oigo por la ventana, lo que quiero es «mojarme», y teniéndolo tan cerca, no puedo…

Encima, esta pasada semana casi todos los días ha hecho un viente demasiado fuerte para nuestra novateria, y entre unas cosas y otras llevamos una semana sin navegar.

Ufffff… una mirada cómplice y… «Oye, y si nos vamos ahora mismo al barco, salimos un ratito, comemos cualquier cosa navegando y ya volvemos y seguimos????

¿Y por qué no???

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La luna llena sobre el Kivuca

1. EL HOMBRE PROPONE…

El jueves recibo una llamada muy agradable, con una proposición totalmente deshonesta, de Luis, un artista de la vela que nos está enseñando muchísimo a navegar!

– Pregunta a tu tripu si os apetece salir mañana por la noche, que hay luna llena y estará bien bonito…
– ¡¡Claro, eso no se pregunta, por supuesto que salimos!!

Asi que ayer, viernes santo, planeamos una salidita nocturna con el Kivuca, la primera desde que está conmigo…

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Estrenando al Kivuca. Capítulo 4. Porque no hay dos sin tres

Amanecía otro día en Alcanar.

La idea de quedarnos para hacer los papeles del barco se tuvo que cancelar porque falta una cosa por llegar. Tampoco pudimos encontrarnos con otro amigo de aquí que tiene barco, asi que las tres marías nos fuimos al barco a «marujearlo» un poco. Que si organizar esto, que si sacar todo de los enoooormes tambuchos y ordenarlos, que si tomar medidas, que si poner más defensas, que si tirar lo que no vale, que si probar todo lo que quedaba por toquitear, que si qué ponemos aquí, que si sacar las fundas para que la madre de Teresa nos haga unas sábanas a medida, que si…. ¡ostras, si ya son las 14’30!!

¿¿Oye, y por qué no comemos aquí???

Pues claro…. Ale, ¡A sacar la mesa!
Si, si, que también tenemos una mesita estupenda para la bañera… super mona, oiga! Saby se fue a casa a buscar los restos del fin de semana mientras terminábamos de hacer hueco, y allí que estrenamos ese comedor privilegiado que nos habíamos montado.

Por favor, qué maravilla, ¡¡¡ahora ya sé por qué la gente está tan enamorada de sus barcos!!!
Con ese solecito tan rico, solas en el puerto (un lunes a las 2 de la tarde, ya os podéis imaginar), disfrutando de otra vertiente de Kivuca, tan acogedor y práctico… ¡ya se donde vamos a pasar horas y horas este año !

Recogemos todo, nos miramos y… ¡venga, valientes, ¿vamos a por ello?!
No sopla ni una gota de viento, el mar está como un plato, tenemos todo reciente y fresco de ayer… ¿no vamos a ser capaces de sacar este barquito, dar una vuelta y volver? 

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Estrenando al Kivuca. Capítulo 3. Comienza una nueva vida

Entre el cansancio y el cava, no me fue difícil caer a los brazos de morfeo, pero me duró lo justo para reponer fuerzas, que el día que amanecía, era otro pasito más en la vida de “una que tiene barco”

Estuve un rato viendo el cielo clarear y pensar todo lo que quería hacer, recordando la travesía, y dejando que la sonrisa se siguiera extendiendo al saber que, si no tuviera una casa delante, desde esa misma posición vería la popa de Kivuca descansando de la jornada.

Hoy vamos a salir todos, ya en plan tranquilo y dominguero, pero le voy a decir a Jordi, que no haga nada, que tengo que hacerlo yo todo, desde largar amarras (eso es fácil!), hasta sacar el barco, velas y lo que haga falta..

¡Qué cosa, ya estaba emocionada perdida otra vez!

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Estrenando al Kivuca – Capítulo 1 – «La noche de bodas»

 

Viernes 9 de marzo de 2012, al fin llegó el gran día en que me convertiría en armadora, o como vulgarmente se entiende, propietaria de un barco. El día en que independientemente del nombre, yo cumplía una especie de mantra que siempre había rondado en mi cabeza y dicho en voz alta “algún día tendré un barco”.

La idea inicial, por temas de logística varios, era el de ir a Tarragona yo sola, y pasar esa primera noche en el barco, para por la mañana ya recibir a Jordi, hacer la travesía y encontrarnos en Alcanar con todo el resto de la tropa.

Pero las cosas van cambiando y evolucionando, y lo que iba a ser una “noche romántica de dos” (el barco y yo), se convirtió en algo mucho menos íntimo, un trío + el barco, pero sin duda mucho mejor, más divertido y compartido, como tienen que ser estas cosas.  Lo organizamos de otra forma, sin traer al gato, que era uno de los problemas que veíamos (¿¿cómo iba a llevar Jimmy el estar en un barco???)  y Saby y Teresa se quedaron conmigo. ¡¡guay!!

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Estrenando al Kivuca – Preliminares. Los nervios

Dicen que en la vida del armador hay dos momentos realmente felices: el día que compra el barco, y el día que lo vende.
Del primero doy fe totalmente y como tal voy a relatar, por capítulos, como fueron mis primeros momentos con el «Kivuca», este increíble Furia 25 que me robó el corazón desde el primer momento que lo ví. No estoy para nada de acuerdo en eso de que da felicidad venderlo, porque un barco, un velero más especialmente, son parte de uno mismo, es curioso cómo estos artefactos flotantes llegan a crear tanta complicidad y formar parte de la familia. Se les quiere, se les habla, se les entiende, se les regaña, se les mima, se les añora y se les admira. Kivuca, esto va por ti!

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Promoción 1984-85. 25 años después.

Colegio Santa Catalina de Sena, calle Alfonso XII 160 de Madrid

Mi cole.

«En el colegio de enfrente, nos llaman las Catalinas, pero más quisieran ellos ¡¡aúpa!! que entrar en la portería…»
Esta era una de las canciones insignia que cantábamos una y otra vez en encuentros, convivencias, excursiones, marchas… Y fuimos capaces de re-cantarla 25 años después de terminar nuestra vida colegial, en ese día mágico en que nos encontramos muchas de las que habíamos compartido horas y horas de pupitre, clases, juegos y tanto más!

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