Japón (4). Koyasan, el Monasterio y la gran nevada
Un lugar especial.
Koyasan es una zona de montaña con una concentración enorme de templos Budistas (más de 110!!) de los cuales unos 50 Monasterios ofrecen alojamiento y poder participar en la oración y te dan de comer (vegetariano) ya que no hay nada más que hacer.
Antes de entrar por la tarde, haces la visita de los templos y la verdad que es fascinante, todos los que hay, rodeados por enormes árboles y en una sintonía perfecta con la naturaleza.
El silencio en el lugar es impactante, los pocos turistas que nos hemos cruzado apenas hablamos o lo hacemos bajito y de cuando en cuando escuchas algún monje con sus mantras….
Merece la pena el esfuerzo de llegar aquí, tanto el del desplazamiento, tren, bus, teleférico, carretera estrecha con mil y una curvas entre bosque… como el económico, porque todos estos transportes no entran en el Rail Pass y los Monasterios no son especialmente baratos, pero, es de estas cosas que haces una vez en la vida y son totalmente únicas.
El Monasterio Sojiin
Llegamos a Monte Koya justo el 10 de enero, el aniversario de la muerte de mi madre, y justo 10 años después… A mi madre le gustaba mucho la montaña, por supuesto, y creo que este lugar le hubiera encantado… Y por eso creo nos ha hecho un bonito regalo.
Llegamos al Monasterio, nos enseñan todo y al abrir los paneles de la habitación…. uaaauu es enorme y preciosa, los paneles decorados, con toda una cristalera al jardín japonés y hasta lo que parecen dos capillitas. Nos dice el monje, “quedaba la Suite libre y os hemos hecho el upgrade”
¡¡Ole y ole!! (Debemos tener cara de buena gente!!!)
Pero, ¡¡¡ aún hay más!!!
Nos sentamos en el tatami caliente (suelo radiante en el tatami, increible!!!) en la mesita a disfrutar de la vista del jardín con musiquita relajante, que era lo propio… y en poco, empieza a nevar, unos copos enormes…. y se ha quedado blanquito!!!
Con lo que me gusta la nieve, que sea en Japón mi primera nevada del año y en este lugar tan mágico, ha sido sin lugar a dudas obra de la señora Sita (mi madre)
(Y como siga así toda la noche, lo que no se es si saldremos de aquí, o nos tendremos que quedar a la vida contemplativa)
Pero… no todo es tan bucólico.
Vamos a ser claros. Hasta lo más idílico tiene su parte más mundana, y en este caso, mis adorados baños japoneses han sido el «suplicio». No porque no sigan el estilo, que por supuesto que no fallaban, con su chorrito, taza caliente y musiquita, como debe ser… sino por cómo estaban situados en el monasterio, o en concreto en nuestra suite. El baño era para nuestra habitación solo, eso sí, pero resulta que estaba fuera de la habitación, en el pasillo. Nada, al lado, puerta con puerta, lo que ocurre es que, el pasillo no tiene calefacción ni suelo radiante, está conectado con el resto del monasterio por pasillos y claustros abiertos y os podeis imaginar que tales días de enero, con 6 grados bajo cero que hacía y la nevada y heladas, eso era como salir al polo… MENUDO FRIO HACIA, ¡¡¡COPÓN!!!!
Si, el culete caliente, pero hasta llegar a él el contraste de temperatura te dejaba ko (no ibas a ir con anorak para pasar de una puerta a la otra o hacer un pipí) y bueno… lo del Onsen y la ducha ese día, pues fue algo que obviamos, y si había algo que lavar, se quedó bien tapadito entre las capas de ropa, porque ahí no había humano que se desnudarse para bañarse, por muy de penitencia que se esté.
No se si todos los monasterios serán igual, claro que también ese día el frío fue extremo e inusual, pero ahí queda la nota más fría del lugar, jeje.
Cena monástica vegeteriana
Ahora os cuento la cena del Monasterio, que ha sido un puntazo.
En algunos monasterios había leído que te la llevan a la misma habitación, pero aquí es en un comedor privado, no ves a nadie más que esté aquí alojado (si les hemos oído llegar más tarde), ya que hay como varias salas separadas por las mamparas correderas.
Servido todo por un monje, y no se los otros, pero el nuestro era un cachondo mental, no hablaba ni papa de inglés pero nos ha explicado todo de cine entre gestos, japonés y a saber qué más ??
Vamos, que npi de lo que hemos comido, pero hemos aprendido que la sopa grande tenía que “llegar a Pachico pachico” para empezar a comerla y luego “fla fla fla” con la tapita sobre el fuego para apagar el infiernillo.
Y que el arroz rosa no era para mezclar con una especie de salsa oscura que había en otro bol porque al verme el ademán el pobre hombre se ha echado las manos a la cabeza y decía entre espantado y descojonado «no, no, no!!!»… (así que, debía ser otra sopa)
Y también que una decoración muy mona de una ramita en circulo no era para comer, por si no lo teníamos claro entre tanto verde…
El caso es que nos hemos reído como bobos bien a gusto.
Es todo vegetariano, montones de platos con sabores que jamás en mi vida había probado, ni sabría decir qué eran, pero que la mayoría estaban realmente exquisitos.
Sólo una cosa como de gelatina no he sido capaz de comerme, el resto de chuparse los dedos!!
Súper elaborado, presentado y delicioso.
Había cosas tan pequeñas que deben ser unos virgueros para hacer semejantes decoraciones, pero ahí estaban.
¡¡¡No sé lo que podría costar una cena como esta en un restaurante de la calle!!!
He de confesar que como había leído comentarios de gente que se había quedado con más hambre que otra cosa, pasamos antes por una tienda a comprar algo de refuerzos por si acaso, pero lo cierto es que te quedas bien lleno y no necesitas nada más…
La hora del rezo
5.55 am, suena Celine Dion en el móvil para sacarnos del sueño más profundo bajo el edredón caliente.
Ha seguido nevando toda la noche, la capa de nieve en nuestro jardín japonés ha crecido un par de palmos más (¿¿¿¿podremos irnos????).
Es la hora del rezo. Nos vestimos a toda prisa y vamos a la capilla del Monasterio (si es que se llama capilla).
Los pasillos están fríos como el hielo, quizá deberíamos habernos abrigado un poco más…
No recordamos muy bien donde era, con tanto pasillo y recoveco, pero los cantos nos orientan a llegar.
Hay 4 monjes y una ¿monja? en el centro, nosotros estamos en unas sillas detrás, con una estufa en medio (¡¡¡alabado sea Dios, aunque aquí habría que decir Buda!!!). Estamos solo 6, dos japoneses y el resto. Luego llegan 3 más.
Todo el rezo son cánticos, monótonos, sin grandes variaciones salvo algunos momentos de silencio de todos menos de uno que hace un “solo”.
Recitan de una forma muy gutural, del fondo de la garganta, como para salir más de dentro. Es casi una hora de este sonido de fondo del que no entendemos nada pero que crea un ambiente. La decoración es típica Budista Sintoísta, muy abigarrado, lleno de dorados, rojos y maderas, con cientos de cosas colgando desde farolillos a campanas pasando por cosas que jamas podría saber qué son ni siquiera nombrar.
De cuándo en cuando uno de los monjes hace sonar unos platillos enormes, y algo que no he llegado a ver que produce un intenso sonido metálico.
Siguen los cánticos, y uno de los monjes se levanta y viene hacia nosotros, no hablan inglés , pero a los japoneses les dice como que pueden pasar delante a hacer algo y ellos asienten y cuando vuelve a su sitio, se levantan uno a uno hacia donde les ha indicado, hacen una reverencia y echan unas especies de semillas de un cuenco en otro lleno de lo que parecen cenizas, incluso sale humo. Están un ratito y vuelven al sitio.
La mujer nos hace una indicación de que vayamos… pero nadie se mueve. Excepto yo, claro, no tengo ni idea de lo que hago, pero me he fijado, y si es importante para ellos, ¡también lo es para mi!
Termina el rezo y se van todos menos uno de los monjes. Viene a nosotros, y es el monje cachondo y sonriente de anoche que nos dice, «no hablo inglés» (¡¡qué jodío, ya lo sabemos!!) y se pone a explicarles mil cosas a los japoneses con una dedicación absoluta.
Los demás nos vamos porque no pillamos nada.
Al llegar a la habitación ya nos han recogido los futones, digo yo que para no tener tentaciones de volver a dormir, porque después del desayuno ya nos ventilan…
No hay fotos del rezo, no dejan, como es normal. Así que os dejo con la del patio nevado ahora mismo, que también es muy espiritual.
Cementerio y nevada
El cementerio de Koyasan es uno de los puntos fuertes del lugar; es enorme, el mayor de todo Japón, el más apreciado y al que todos quieren venir a descansar en el fin de sus días. La verdad que es impresionante, nadie diría que es un cementerio, sino una exposición de arte continua.
No son tumbas como las entendemos ya que realmente no entierran aquí a los muertos, sino partes pequeñas. Hay figuras que representan el universo otras Budas, Toriis, mini templos, y hasta un enorme cohete espacial!!… pero lo que más llama la atención puede ser la presencia vistosa de grandes empresas como Nissan (con dos figuras de empleados), Panasonic, Mishubissi y bastantes más, precisamente porque sus fundadores aquí reposan y dan la opción de que su gente esté aquí. (A mi me da que esto es como la “obra social” de la empresas de España, pues aquí lo que queda bien es estar en este cementerio ?)
Por la noche se hace una visita guiada con un monje; no da miedo en absoluto, es otro concepto, todo lleno de luces, farolillos, un camino largo iluminado precioso, todo integrado en un increíble bosque de cedros gigantes que no alcanzas a ver las copas de grandes que son, en plena naturaleza porque precisamente la creencia Sintoista Espiritista (la de Monte Koya) es que no hay enseñanzas porque están ocultas en la naturaleza, y por eso hay que contemplarla y entenderla mediante la meditación y que Buda está en el interior de cada “ser consciente” que no son sólo los humanos, si no también animales, plantas… y que su “santidad” convive con todo lo demás del mismo ser, aunque sea malo, por eso no se juzga ni valora a nadie ya que aunque no se porten bien, tienen un Buda en su interior.
Y por este motivo hay muchas tumbas en las que los enemigos están juntos, porque nadie es bueno ni malo…
Es bonita esta filosofía, ¿verdad? A mi al menos me lo parece, ignoro si lo cumplirán en el día a día, pero como teoría, no está nada mal.
Aquí está el fundador de esta rama del Budismo Sintoísmo, el que creó Koyasan como centro espiritual, por eso es un lugar tan especial y venerado para ellos.
Verlo de noche fue algo mágico, pese al frío y que nevaba un poco, disfrutamos mucho… ¡¡¡¡pero verlo hoy de día, con semejante nevada ha sido algo realmente espectacular!!!!
Y… Cosas que pasan cuando sales por ahí...
¡¡He conocido a una “famosa” de la TV japonesa!!
Estaban con cámaras gordas un equipo rodando algo en el Cementerio y resulta wow es una presentadora famosa de una TV nacional de aquí haciendo un reportaje de temas culturales y han aprovechado la gran nevada.
Como yo soy muy cotilla y enseguida me pongo a preguntar o hablar con quien vea que es medianamente receptivo, no he tardado mucho en entablar conversación con los cámaras, redactores y se ha acercado la protagonista del abrigo azul, supongo que por lo exótica que resultaba una española rubia en ese cementerio un día tan poco agradable, y hemos charlado un ratito.
Me han dejado grabar mientras grababan ellos, y aquí va un trozo, con equivocación y repetición incluidos y la foto que no podía faltar con la susodicha (que no sé cómo se llama, cómo para acordarse) y nuestras flamantes sonrisas.
Como resumen… Kyosan realmente es un lugar diferente a todo, un enorme contraste con el bullicio de las grandes ciudades de Japón.
Quizá no guste a todos, y no suele formar parte de los circuitos regulares, por lo que hay que ir un poco a tu aire, o pedirlo para que te lo organice, pero, si sirve mi recomendación, dejaría pasar otros lugares antes de este en una primera visita al reino Nipón. La experiencia lo vale y poder experimentar un ritmo de vida tan reposado y espiritual, en contacto con la naturaleza y lo simple, siempre es un contrapunto a nuestra vida diaria.