Las apariencias engañan (¡o no!)

Ay, las apariencias de los c***
Estamos demasiado condicionados por ellas, en todos los ámbitos. Pero especialmente el estético, de imagen, o como queramos llamarlo. Y a todos nos toca vivirlo, desde un lado y desde el otro.

Hoy tocaba jornada «de bancos» y hemos aprovechado a hacerlo a la vuelta del paseo de Koke. Esto significa indumentaria sport-deparque-perruna.… nada de traje elegante ni tacón de aguja 😉 (vale, va, quien me conoce personalmente sabe que es difícil verme así en esas, pero bueno, puedo hasta intentar tratar de despistar al personal)
Uno de los bancos tiene nuevo director, habíamos hablado por teléfono, pero no nos conocíamos personalmente, así que, aprovecharemos para presentarnos.
Llevamos tiempo trabajando en esta sucursal, y aunque ha habido como en todo el sector bancario, bastantes cambios, todo el mundo nos conoce, nos aprecia (somos buenos clientes, pero además no damos guerra y somos gente maja y educada) y sobre todo nos valoran (por el primer punto, seguramente).
Mientras estamos esperando con el perro tranquilo sentado y nuestras pintas de ¨no-se-sabe-qué» (supongo que cualquier cosa menos empresarias de éxito una mañana laborable), escuchamos cómo uno de la oficina le dice al director cuando sale de su despacho quienes somos.
La cara era para haberla grabado, jeje…
Los primeros momentos han sido interesantes: ahí de pie, en medio de la oficina, cordiales, pero distantes y con un componente de «y qué hacemos ahora» cuanto menos palpable .
Claro, es comprensible…un flamante director de banco, por un lado, con la correspondiente pulcritud de formas y apariencia se encuentra al otro lado con 2 personaes con pintajas de lo menos elegantes, con un perro lanudo…
Nos deja unos papeles para firmar en otra mesa, que nos conoce mucho y tenemos muy buena relación.
Ni pasad al despacho, ni nada de nada… ¿igual hasta olíamos mal? (modo sarcástico ON)
Pero resulta que no termina de irse, y, en conversación informal, poco a poco van saliendo cosas, que si quienes somos, las cuentas de empresa, los movimientos y otras historias casi que personales porque llevamos años en esa oficina y tenemos un trato muy cercano… El momento «qué tal el barco» y «enseñad la foto», ha sido como una descarga eléctrica, jejeje… Es increíble como ha ido cambiando el trato, la cercanía y la cara del susodicho.
¡Ah! Ahora se ve más allá de las «pintas», resulta que hay que prestar más atención a «las personas», y aquí se ha notado un patinazo importante.
Me encanta provocar estas cosas, lo siento… soy así de mala gente y lo disfruto.
Nos dejamos llevar tanto por los aspectos, las primeras impresiones, lo que se muestra, que nos equivocamos mucho.
La cordura dice que deberíamos haber ido más elegantes, o al menos con vestimenta más formal para ir de oficina en oficina bancaria. Pero resulta que en este caso YO soy el cliente, y voy como me parece bien. Y que me miren de una forma u otra según vayas vestido me parece una grotesca y fatal equivocación.
De hecho, si nos damos cuenta, todos los que nos la están metiendo doblada, son los que van impecablemente vestidos con trajes caros y ostentosas muestras de «estoy por encima de ti». Que se vayan a la m.
Me encanta ir con zapatillas de deporte muy usadas, un pantalón que no me importa que se manche cuando me pongo a jugar con los perros y una chaqueta de trote bien trotada.
Me fastidian estas cosas, aunque ahora lo escriba con humor. Como me fastidia todavía más estos cambios cuando saben (o se creen saber) quien eres o qué haces.
¡Venga ya!
Las personas somos personas, independientemente de cómo sea nuestra apariencia y lo más importante, de lo que haya detrás. Todos merecemos el mismo respeto… y es algo que repartimos en cantidades muy distintas.
Me río de estas situaciones, pero en el fondo me dan pena, una tremenda pena por nuestra forma de «ser humanos», tan pobre, tan mísera, tan falta de valores.
Ni soy más ni menos que nadie. Soy yo. Y el que quiera algo conmigo y con mis seres queridos (humanos y animales), tendrá que saber mirar un poquito mejor dentro de cada elemento que compone mi núcleo fundamental de vida.

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