Estrenando al Kivuca. Capítulo 2. La Travesía y «En los barcos siempre pasan cosas»
CUANDO SE CUMPLE ESO DE QUE… «EN LOS BARCOS SIEMPRE PASAN COSAS»
Después de las despedidas, los besos, los abrazos, las monerías… largamos amarras y salimos del puerto.
Jordi a la caña y yo flipando en colorines, no por navegar, que no es tan nuevo, sino porque esta vez, ya si, estoy navegando en “mi” barco.
Los nervios de la semana parece que han bajado un poco; anoche era curioso como de pronto sentía como si hubiera estado toda la vida en este barco, y en esos primeros momentos tranquilos solo trataba de dejarme llevar por las sensaciones, aunque la tensión no desaparecía del todo.
¡Es un momento único de mi vida y estoy que me salgo de contenta!
El día estaba clarísimo, pero las previsiones no tanto, porque había dudas. Por varios medios, cofrades y conocidos habían estado al tanto de la meteo y los vientos, y Jordi llevaba toda la semana siguiendo día a día la previsión. Lo que a principio de semana pintaba como viento 0 y casi de tener que soplar, parece que había cambiado, y creo que nadie tenía muy claro lo que iba a pasar.
(En este punto hago un paréntesis para entonar UN ENOOOORRRMEEEE GRACIAS a todos los foreros de La Taberna del Puerto, por tantísimas atenciones, recomendaciones, preocupaciones, cuidados, consejos y seguimiento… ¡¡sois la leche!!)
Según dejábamos el puerto de Tarragona atrás, lo miré con cariño por la popa. Curiosamente en esa ciudad se habían unido, sin saberlo varias cosas…
– Mi padre hizo la mili allí y siempre tiene batallitas y recuerdos de esta ciudad que últimamente, con eso de mis idas y venidas a Tarraco, las iba repitiendo y sacando nuevas…
– Fue el destino final de mi primera experiencia de navegación en serio hace ya varios años cuando un amigo compró un velero en Marbella y le acompañé en la travesía hasta su puerto base… Tarragona.
– Ha sido uno de los últimos sitios donde estuve con mi madre antes de que nos dejara y tengo unos recuerdos muy vívidos de ese día mirando el mar con ella y Kiva (mi perra) que también vivía todavía.
– Allí me examiné por segunda vez del PER tras mi suspenso en junio en Barcelona y allí lo aprobé en septiembre, desencadenante final de esta locura
– Y para rematar, va y es donde encontré el barco de mis sueños, el que me ha enamorado.
Así que de repente una ciudad cualquiera, con la que nunca tuviste nada que ver, va y forma parte de tu vida, es curioso, no?
Vamos a motor, controlando y revisando todo.
Todo está bien, todo está tranquilo, y nos quedan unas horitas por delante.
Miramos la sonda, vemos que algo no cuadra… tan pronto marca 50 m como 90 m como baja a 7 y vuelve a pasar a 60, todo esto en cuestión de segundos… Seguimos esto con detenimiento durante un rato. Estamos a una distancia considerable de la costa, y tenemos otros medios para saber la profundidad (otra sonda dentro de la cabina y el navionics en el iphone)… pero vamos, esta claro que va como la carreta del chirri…
Primer encontronazo del día: la sonda, nueva a estrenar se ha vuelto loca de remate. No funciona…
¡Bravo! Empiezan a cumplirse las predicciones de que “en los barcos siempre pasa algo”. Y no llevamos ni media hora de ruta!
Intentamos ver qué puede ser, porque anoche y por la mañana marcaba bien, arriba la profundidad, eso sí en pies (con ella calculamos donde estaban las gafas de Teresa, jajajaja), y abajo la velocidad del barco. Me cambiaron los pies a metros, y al salir nos dimos cuenta que en las dos partes de la pantalla marcaba solo los metros repetidos, no el viento, ni la velocidad… Eso suponemos que es una cuestión de ajustes y dar a botoncitos, para organizar las pantallas y mirar el manual, pero de ahí a que vaya loco de remate… ya es mala pata
Por suerte llevábamos suficiente equipo para el control, porque la zona del delta no es para jugársela con temas de profundidad.
Y encima, tampoco podríamos saber qué velocidad íbamos a llevar, algo que era interesante, sobre todo por eso de ser la primera vez.
¡Buenoooo, no pasa nada, que todos los problemas sean como estos!!
LOS TRAPOS A VENTILAR...
– Bueno, Hellen, ¿sacamos vela?
– ¡Claro, vamos a ello!
No había gran viento, pero así íbamos preparando todo, que con una novata a bordo, hay que ser previsor.
Me pongo yo a la caña, proa al viento (mira que me cuesta, pero al final lo consigo, espero con el tiempo que me salga mejor, ¡y sin dar tantas vueltas como un pirulo!!!), y Jordi va sacando la mayor.
¡Qué hermosura! Este barco tiene unas velas impresionantes, grandes, hermosas, nuevas… son una preciosidad…
Me priva mirarlas y llevarlas bien cazadas.
La caña me cuesta bastante, tengo que reconocerlo… doy unos bandazos que ufff, pobre Jordi, debe estar jurando en arameo conmigo, aunque pone sonrisa de “no pasa nada”, pero es que no le pillo bien el tacto, o me voy mucho para babor, o a estribor, o no sigo el rumbo… tras un rato, y ya con la vela izada, parece que va más suave, pero vamos.. ¡¡¡anda que no me queda por aprender!!
Aún vamos por la costa de Tarragona, veo el edificio azul de la Dragonera, donde tantas veces he buceado, el Dragon Khan de Port Aventura y al fondo, cada vez más cerca Cabo Salou, el temido!!
Jordi está tirando de los cabos para tensarlos bien (disculpen si no hablo con propiedad marinera), y en esto que veo que se pelea con el winch…
Me doy cuenta que se ha quedado pillado un trozo de cabo con otro que le monta encima y está duro de narices para soltarlo, está totalmente aprisionado. Es la driza de la mayor, el cabo que sirve para subir la vela.
Hace de todo, el pobre, tiro yo por un lado, el por otro… intentamos levantar un poco para deslizar el trozo atrapado por debajo… pero no hay manera. A mano, con el winch, sujetando partes varias de la vela, largando cabo… haciendo fuerza, con maña… Nada. Imposible.
Segundo inconveniente de la jornada… ¡¡y acabamos de salir!!!
Finalmente, a grandes males, grandes remedios… hay que cortar por lo sano, cortar, cortar, vamos…
Navajazo y tajo al cabo.
Mi preocupación es que quedara tan corto que no pudiéramos hacer nada, pero lo solucionamos con el nudo llano, atando el cabo sobrante y para salir del paso.
Eso sí… así se tenía que quedar ya arriba, si bajamos del todo la mayor, no podríamos volver a izarla puesto que para ello hay que soltar el nudo y se quedaría quedado metido, asi que… esto hay que tenerlo en cuenta.
De hecho, fuimos toda la travesía con la mayor izada, y sin problemas.
Evidentemente, si hubiera hecho falta un rizo, se podría haber hecho sin problemas, y si hay que recoger… pues igualmente, pero por suerte, fuimos bien con ella, dentro de la «desgracia», tampoco era grave del todo….
No me preocupé mucho, porque veía a Jordi muy tranquilo, pero sí que me preguntaba… ¿Cuándo me pasen a mi estas cosas… cómo me las voy a ingeniar????
(Digo yo que siempre hay recursos (digo!)
A todo esto, durante la operación, tuvimos dos llamadas, la de Esther, la mujer de Jordi, que siempre tiene la habilidad de llamar cuando algo pasa y de Angel, Custodio, que estuvo todo el tiempo super atento, y con la posibilidad de encontrarnos algún rato. Nos dijo que ojo con el viento, que parecía que iba de subida…
EL CABO SAN JORGE, EL TEMIDO...
Efectivamente, en cuanto pasamos el cabo Salou empezó la fiesta… 18, 20, 22 y hasta 24 nudos con una olas de tamaño considerable, todo de proa, para poner a prueba al Furia.
Yo iba a ratos a la caña, nos turnábamos, empezaba a hacer frío, los rociones ya nos tenían empapados, y no era lo más cómodo del mundo, la verdad. Pero todo tiene su encanto, claro… sobre todo cuando es la primera vez!
Había momentos que el barco escoraba y bastante… sobre todo cuando yo iba a la caña, y entonces, si Jordi no estaba al lado por estaba en cabina o así me entraba el tembleque y el ay ay ay ayyyyy….
Trataba de buscar el mejor ángulo, de no pasarme, de que las velas fueran bien… ¡Dios qué difícil es esto, y con estas olaaasss!!!
Y cuando Jordi estaba pateando en cubierta haciendo cualquier cosa… en esos momentos si que me cagaba yo del todo, por favor, por favor, no se te ocurra caerte, que el MOB lo he hecho mil veces contigo en prácticas, pero no me veo capaz de reaccionar ahora!
En cambio, cuando Jordi llevaba la caña, yo iba de lo más a gusto y relajada disfrutando hasta de cuando se me metía el agua hasta el ombligo justo en el momento de abrir el chaquetón para sacarme las gafas…. Brrrrrrr!!!!
Sin embargo, y pese a que no era la situación más cómoda, yo, en mi inexperiencia notaba que el barco iba bien (mi gran temor, claro…, no solo un barco bonito necesito), había oído que el Furia 25 se meneaba mucho, pero lo cierto es que, dentro del movimiento de este mar y viento, se comportaba muy bien.
Lo que más me gustó fue que en varias ocasiones Jordi hizo el comentario de “qué bien navega este barco, Hellen… va muy, muy bien”.
Y yo más feliz y orgullosa que para qué!
No se exactamente cuánto estuvimos así, pero al menos un par de horitas. Poco a poco se fue calmando el viento y cambió de dirección, pero manteniéndose a unos 12 -15 nudos con lo que era perfecto para avanzar, las velas estaban preciosísismas, qué pena que no hubiera nadie para haber sacado las fotos con todo el trapo!
Las olas seguían altas (1.5 m diría yo, que no tengo aún mucho ojo) pero como ya no nos venían de proa, sino de costado, era mucho más cómodo. Comimos algo, aunque yo casi nada, los nervios todavía me tenían cerrado el estómago… a ver si esto de navegar va a ser mi dieta perfecta y me vuelvo delgadita y todo ahora jajajajaj 😉
Sin saber exactamente nuestra velocidad, regidos por el Iphone, íbamos a muy buen ritmo… Jordi había calculado que iríamos a unos 4 – 5 nudos, pero realmente hicimos una media de 6 -7
¡¡Este Kivuca es una joya!
El motor perfecto, suena muy bien y no hace un ruido excesivo, va suave y consume una miseria…
Vamos en línea recta hasta el Faro Tortosa. Estábamos atravesando el “famoso” golfo San Jorge, o San Jordi, para gusto de todos, la costa se veía lejos, y yo me sentía tan, tan, tan bien allí en medio!!!!
TRAS LA TEMPESTAD, LA CALMA… pero sin dejar de pasar cosas
Evidentemente lo de tempestad es un decir, ¿Qué son unos vientecitos de nada? Pues no, la verdad que no, estuvo bien para probar el barco.
Ibamos muy bien de tiempo, avanzábamos bien y se navegaba super a gusto. Jordi estaba tranquilo, eso se nota, y disfrutamos mucho de esta buena travesía después del meneíllo del principio.
Empecé a hacer alguna foto, antes ni pensarlo, de los nervios y la tensión, pero tampoco muchas la verdad, me apetecía mucho más disfrutar con los sentidos que a través del visor.
Nos turnábamos la caña porque al final, la verdad que se acaba quedando el brazo un poco tonto. Teníamos el piloto automático, pero ni nos planteamos ponerlo, aunque antes lo habíamos comentado.
No se… por mi parte, es que me apetecía sentir al barco, y dejarme transmitir las sensaciones y su forma de moverse en el agua, para irnos haciendo amigos, más que nada.
Eran momentos ya tranquilos de navegación. A ratos hablábamos, otros callábamos, yo pensaba todo el rato mil cosas, me imaginaba mis aventuras nuevas, miraba al horizonte, buscando algún delfin que quisiera poner la guinda al pastel del día…
Peeeero… ¿pensabáis que ya era todo relax?
Jordi comentó varias veces que el backstay no estaba bien tenso. La mayor no terminaba de tensar del todo tampoco, y revisó varias veces todo lo revisable, pero no podía hacer mucho ni quería forzar mucho.
En un momento que estábamos hablando, casualmente mirábamos los dos hacia la proa, y…
– ¿Has visto eso?
– Si… como si hubiera caído algo, ¿verdad?
– Si algo se ha caído… una pieza
Efectivamente, fue Jordi a mirar, no vio nada en la cubierta pero los dos habíamos visto algo caer y un pequeño “clinc”.
Se puso a investigar detalladamente, y….
TERCER INCIDENTE DEL DÍA , esta vez había sido un grillete, no me digáis cual, de los que unen algo de la mayor con el palo, se había caído la trabilla que lo cierra, debía estar suelto y por eso no se podía tensar del todo.
– ¿Tienes grilletes?
– ¡¡¡Siiii una bolsa entera!!
Entre esas miles de cosas que me mandó el de la tienda naútica amigo de Tanit, hay un montón de cosas que ni se para qué son, y grilletes de varias medidas, malo será que no sirva alguno… Así que saqué el bolsón donde estaba todo, aún sin organizar, y empezamos los dos a la búsqueda del grillete….
Ummmm… mala suerte… o demasiado grandes, o demasiado pequeños… ¿será posible?
Pues sí, pero.. no todo iba a ser tan malo… ¿Cuál era la medida perfecta para hacer el apaño? ¡¡¡el trocito de cabo que nos había sobrado del que cortamos por la mañana enganchado en el winch!!!
Otra lección aprendida: NUNCA TIRAR NADA EN UN BARCO, no sabes cuándo ni para qué va a servir!!
Y sin darnos cuenta llegamos al Faro Tortosa. Jordi cambió la derrota y como todos le sugeristeis, íbamos bastante más cerca de la costa de lo que inicialmente había planeado, fue bien bonito ver el Delta tan de cerca, los pájaros se estaban dando festines, una pasada verlos lanzarse al agua con esa velocidad y salir con algo en el pico. Se veían los cambios de paisaje, el color del agua, la tranquilidad…
Disfrutamos de lo lindo, porque el viento era ideal para empujarnos, nos venía de aleta y no bajó en ningún momento de los 10 nudos, con lo que no podíamos pedir mas.
Continuamos sin más complicaciones (ya está bien, no???) y poco a poco empezamos a ver la silueta del Monstiá y el final del Delta. Con el Iphone en mano para vigilar la profundidad y yo bajando a cabina a mirar el otro, por si las moscas, íbamos haciendo millas.
He de confesar algo que me pasó, super raro en mí. No es solo que no tenía hambre, sino que sentía cierto malestar. No era mareo, mareo, que yo no me mareo ni loca (he visto a patrones curtidos vomitar y yo más fresca que una rosa, aunque también se que cualquier día todos caemos) pero si lo más parecido en síntomas.
Me costaba reconocerlo, pero hubo un rato que no podía ni con mi alma.
Además me estaba venciendo el sueño y me quedaba pegada, tanta calma, tanta paz… después de una semana tan agitada y durmiendo tan poco, supongo que me pasó factura.
Le comenté a Jordi y me dijo que me echara un ratito abajo que me iría bien… y la verdad que si, me recuperé bastante.
Fue allí, tumbada, cuando me pareció oír por la radio “Kivuca, Kivuca, Kivuca…. Lkjadkjapewrudkvn kldkfjkd pfffff ffffffff” pero no entendí nada y no se repitió el aviso. Asi que ya subí a cubierta, y empecé a sentirme bien del todo.
El sol iba bajando poco a poco y cambiando los colores. El cielo, precioso, el agua increíble, daban ganas de bañarse, a la derecha, el Delta, maravilloso, a la izquierda el infinito azul. ¿Se puede estar en un sitio mejor?
Ya veía el puerto de las Casas. Esto ya si que es territorio conquistado. Las marcas de entrada a la cementera, las boyas de las mejilloneras y las piscifactorías… Le indiqué a Jordi por donde tenía que ir porque en su prudencia se iba super lejos y ya nos estaban esperando impacientes en puertos nuestra gente.
AHORA SI QUE SI!!!!
El momento de coger la radio y hacer este aviso, tengo que decir que me emocionó:
– Puerto de Alcanar, puerto de Alcanar, puerto de Alcanar, aquí Kivuca, ¿me recibes? Cambio
– Te recibo, Kivuca”
– David… estamos entrando a puerto!!
Uffff se me pusieron los pelos como escarpias, con esa luz tan preciosa que había, esa bocana que tantas veces había visto desde tierra, y soñado con cruzar en mi propio barco, y… ¡¡¡ya estaba allí, era increíble la sensación!!
La entrada fue genial, allí estaban todas nuestras chicas, saludando y sonrientes, y a mi me daban ganas de llorar de la emoción… ¡¡ya estamos aquí, es que no me lo puedo creer!!
Atracamos y salté al pantalán loca de contenta, qué abrazos y qué besos, y qué alegrías, madre mía, ni que viniéramos de dar la vuelta al mundo!
Son momentos mágicos, esos que nunca se olvidan. Los que quedan para siempre y espero que mantengan la ilusión.
Aquí el video de la llegada, que prueba todo lo anterior!
Dejamos a Kivuca bien amarradito en su nuevo hogar y nos fuimos a cenar algo antes de llegar a casa donde nos esperaba un pedazo de tarta que había hecho Esther y unas cuantas botellas de cava bien frías para brindar y remojar, ahora con burbujitas, uno de los días más felices de mi vida.
Y colorín, colorado… la historia de la travesía ha terminado.
Pero…. ¡Que nadie se me relaje! que todavía me queda por contar las salidas del domingo y del lunes
Capítulo 3. Y comienza una nueva vida