Y de repente… ¡¡Encallamos en un arrecife!!
El Safari de Delfines, Snorkel, buceo y Navegación de la semana del 21 al 27 de julio de 2018 en el Mar Rojo (Egipto, Sharm el Sheikh) estaba siendo uno de los mejores que recuerdo; un viaje excepcional, por la gente, la tripulación, el barco, las actividades y tambien el Mar, tremendamente generoso con nosotros. Era un viaje de no buceadores, gente que quiere iniciarse en el «vida a bordo», en el buceo, en las actividades acuáticas… Personas muy diferentes, que no se conocían antes, y que hicieron una piña estupenda desde el primer momento. Como puntito extra, compartían este viaje con nosotros dos personas más «públicas»: Mariam Hernandez, actriz e increíble persona que hizo eco con toda su simpatía en las redes sociales del día a día de este viaje, y Alex Vallés, Fisio y entrenador personal, otro fiera de las redes con una filosofía de vida increíble. Dos pedazo de humanidades que han hecho muchísimo por que esta experiencia fuera única, amén de todos y cada uno del resto del grupo, más anónimos, pero de tanta talla y valor. Petra, Leti «Tizzia», Leti 2, Mabel, Juanma, Jorge, Noemí, Paloma…GENTE MARAVILLOSA, en definitiva y sin lugar a dudas, los que nos encontramos en esa semana.
Una semana completa en lo que no faltó de nada. Dedicamos una tarde a la limpieza de playas y de fondo en el mismo Parque Nacional Ras Mohammed, disfrutamos de unos snorkels alucinantes, bautizos de buceo para los que querían iniciarse, inmersiones geniales para los ya buzos, cursos de buceo… La nota sobresaliente la pusieron nuestros amigos los delfines, no uno, si no dos días, de presencia generosa. Pero el segundo día fue realmente alucinante, exhibiéndose ante nosotros durante más de 2 horas, algo que solo ocurre cuando tienen buen feeling en las personas… Estuvimos todo el grupo con ellos, también la tripulación, que nos dejaban a todos a cuadros con sus increíbles apneas en tiempo y profundidad y jugaban con los delfines como si fueran perritos, les tiraban trozos de coral y rocas para que se los devolvieran, como un cachorro juega con la pelota… Fueron momentos realmente únicos de convivencia entre viajeros, tripulación y delfines…. ¡Debíamos ser todo energía positiva y buena, porque fue alucinante, una de los mejores encuentros con delfines que he vivido yo, y ya llevo unos cuantos encima!
Tras tantas experiencias mágicas, el jueves, día último día completo, se prometía especial; Alfonso y Sayed, los guías, y yo, habíamos pensado un plan estupendo para todo el grupo como despedida y las expectativas eran realmente buenas. Pero, el destino marca sus deseos. Hizo que fuera único y diferentes… pero no como pensábamos ni teníamos planeado.
6,30 de la mañana, algunos aún dormíamos, otros ya levantados y el barco llevaba navegando desde las 6 para continuar ruta.
Yo dormía fuera, estaba en mis sueños y en ellos iba en un avión en el que de repente sufríamos un aterrizaje forzoso con un susto terrible, gritando porque nos íbamos a matar. Un ruido estrenduoso, una sacudida enorme, sensación fatal… Cuando abrí los ojos agitada y con el corazón a mil, me di cuenta que no estaba en un avión, si no en la cubierta superior del South Moon, donde me dormí viendo las estrellas y me desperté sin saber bien qué había pasado… Me asomé por la borda y mis ojos adormilados se abrieron por completo con la peor visión que querrías ver en un barco…
¡¡¡¡ENCALLADO EN UN ARRECIFE!!!!
No me lo podía creer, no podía ser… el mar en calma, no había olas… ¡¡¡Eso no podía estar pasando!!!! ¡¡¡No, no, no… no puede ser lo que parece!!!! Pero era. Además, me resulta alucinante cómo la realidad se enmarca en los sueños, y lo que era un golpe tremendo de un supuesto avión aterrizando en mi sueño, había sido justamente el momento del choque de la quilla con la consiguiente sacudida del barco.
En pleno estado de negación, incomprensión, atónita, sin saber bien que hacer….empecé a oír gritos desde abajo “¡Coged los salvavidas!! ¡¡Todos a cubierta!! ¡¡No perdáis tiempo en nada, solo vosotros!! “ y desperté de golpe a una realidad que me dejaría en shock por bastante tiempo.
Efectivamente, estábamos totalmente encima de un arrecife, con todo lo que esto implica. Afortunadamente el barco no se movía ni se notaba inestable, aunque eso no significaba bajar la guardia, sino todo lo contrario.
LO QUE SE VIVE EN UN MOMENTO DE SUSTO…
Lo que sucede en esos momentos es difícil de explicar. Las emociones, los pensamientos, la rapidez de las ideas, los qué va a pasar, donde estamos, qué hacer, qué no hacer… se agolpan unos sobre otros. Desde ahí arriba veía a la tripulación correr de un lado a otro, escuchaba gritos, órdenes, descontrol… Bajé corriendo y ya vi al resto de mis compañeros con los chalecos, caras de no entender qué pasaba y la tripulación intentando poner cosas en su sitio. El corazón se acelera, das un vistazo rápido alrededor para evaluar la situación, estudiar el posible peligro, las opciones… Todo.
Estar con un grupo como era mi caso implica una responsabilidad extra, ya no es uno mismo por el qué pensar, sino todos los demás. Pasé mucho tiempo corriendo de arriba abajo, hablando con Alfonso y con Sayed; por teléfono con el armador del barco, la gerente y mandando mensajes a todos aquellos con los que consideraba importante estar al tanto. Son momentos de desconcierto, pero hay que vivirlos y pasarlos con la mayor serenidad y sangre fría posible. Son momentos en los que increíblemente te sientes sereno, consciente, frío, que eres capaz de tomar decisiones, de pensar lo importante, lo necesario, descartar lo frugal y tener visiones de las mil y una posibilidades que de repente se plantan ante tí.
Después de un rato de analizar la situación y viendo que no había peligro, la orden era hacer el equipaje rápido, y llevarlo todo a las cubiertas. Es curioso como funciona la cabeza. Recuerdo perfectamente cuando bajé a mi camarote, cómo me iba funcionando la mente. Estando justo al lado de donde el plan (el suelo del barco) estaba levantado y se veía el fondo del casco, con las cuadernas (estructura interior, las costillas para entendernos) rotas por el golpe, y ver el agua entrar, pese al taponamiento provisional con trapos, espiches, maderas… la verdad que impresiona, y como tal, las neuronas van haciendo su trabajo. Mi primera reacción fue la de no dejar que la puerta se cerrara totalmente… Tengo claro que si te quedas encerrado en el camarote porque el agua sube de nivel y no puedes abrir la puerta… estás muerto, ya que los portillos son tan pequeños que es totalmente imposible salir por ellos. Así que mi acción prioritaria era, o bien mantenerla abierta con una pierna estirada, o sujeta con bolsas y topes cuando no llegaba. No era ni mucho menos el caso, ni el agua estaba entrando de esa forma, pero lo dicho… la cabeza lucha por su propia salvación, y es algo que no está nada mal. Luego ya te encuentras con todas tus cosas, pensando cómo has de empaquetar lo más rápidamente, diferenciar lo importante, de lo urgente, separar en bolsas y pensar, si tienes que ir en una balsa o zodiac, donde vas a llevar únicamente lo imprescindible ¿qué es lo que hace falta? Documentación, cartera, pasaporte (¡ah no, ese lo tiene el capitán y ya lo han cogido los guías)… Cambiarse de ropa (aún iba en pijama) con algo cómodo “por si las malas”, una gorra por si hay que pasar mucho tiempo al sol, y una manga larga por si llega la noche o el sol quema demasiado… Dar por perdido esas cosas que no hacen falta y pueden ser un estorbo, y desde luego priorizar.
Más tarde me di cuenta lo fría que estuve en esos momentos que podían haber sido de temor o susto, o de precisamente no pensar lo importante ni hacer las cosas bien… Pero al menos, en esto, mi cabeza parece estar muy bien amueblada y me sorprendí muy gratamente de la reacción y forma de pensar, que además intenté transmitir a los demás. Ole.
Ni que decir tiene que los momentos siguientes fueron de nervios, movimiento, y actuaciones, pero fue increíble ver en todo cómo la tripulación gestionaba todo perfectamente y el grupo estaba totalmente tranquilo, como si no hubiera pasado nada. Sí, habíamos chocado y había una entrada de agua, pero era cuestión de tiempo salir de ahí y el riesgo era inexistente dadas las condiciones (sin ola, sin viento, despejado, calor, muchos otros barcos cerca…). También pienso que la ignorancia a veces es un buen aliado, y yo, al tener barco y saber las implicaciones de muchas más cosas, puedo pensar más allá, pero cuando ves a todos tan tranquilos, y que se trata como un incidente sin más, la gente estaba tranquila y serena, lo que fue un punto muy a favor de que nada se saliera de madre. Una sola persona histérica, que pierda los papeles, se aterrorice o entre en pánico, puede provocar un colapso en un grupo… Por fortuna no fue el caso, y a todo ayudó lo que digo, que era un grupo humano realmente excepcional.
LA INMERSIÓN MÁS TRISTE DE MI VIDA
Cuando subí ya con todo, vi que Sayed se estaba poniendo el equipo de buceo para ver la situación in situ, y le dije si le acompañaba, “Si, Hellen, por favor” me dijo, y noté un alivio en su respuesta, como si necesitase bajar con alguien más pero no se atreviera a pedirlo “Llévate la cámara, para sacar fotos y vídeo”. Así que me encontré, de nuevo bajo esas aguas turquesas, transparentes, llenas de vida y que tantísima felicidad me daban cada vez que me sumergía en ellas, pero ahora haciendo la inmersión más triste de mi vida, viendo cómo el casco de mi querido South Moon estaba totalmente incrustado en el arrecife, arañado y apresado entre sus rocas.
No pude evitar que salieran lágrimas bajo la máscara… No me podía creer que eso hubiera pasado, y menos aún, cuando estaba siendo una semana tan increíblemente bonita con el grupo, la gente, la tripulación, la vida marina, las experiencias… ¡¡todo estaba siendo de la mejor forma que puede transcurrir un viaje!!! Y ahora, ese casco de madera estaba totalmente metido en un enorme arrecife lleno de vida…
DECISIONES Y ACCIONES
A partir de ahí, fue todo toma de decisiones. Lo primero, traer otro barco para llevar a los pasajeros, lo segundo, tratar de salir del arrecife, y asegurar la seguridad de la tripulación y lo tercero, controlar la vía de agua, evaluar daños y ya, evaluando los daños en el agua, decidir las siguientes acciones. Pero las cosas en Egipto no son tan rápidas, así que, aunque el barco que nos recogiera estaba listo para salir a las 10 de la mañana, la burocracia y permisos made in Egypt lo retrasaron hasta las 16 h, y estaba ya cayendo el sol cuando aparecieron en el horizonte. Así se dice rápido, pero en el momento fueron más de 9 horas en las que había que hacer algo con la gente; había que pasar el día, por lo que decidimos hacerlo como si en vez de estar ahí, estuviéramos tranquilamente fondeados, de modo que a efectos del viaje en si, y para los viajeros, poco cambiaba respecto a días anteriores. Dado que en ningún momento estaba comprometida la seguridad de nadie, pese al desconcierto inicial y teniendo clara la situación, pudimos hacer vida normal. Fathi, nuestro gran chef, nos preparó un excelente desayuno; una zodiac llevó al grupo a hacer snorkel a otro arrecife siguiente; hubo tiempo para descanso, comida, siesta… y después de comer los Buceadores hicimos una magnífica inmersión en el arrecife donde estábamos, uno en el que no se buceaba hasta entonces, y que resultó ser realmente bueno y lleno de vida, así que bajo la sombra de nuestro querido barco, formando parte de él, lo bautizamos cono «South Moon Reef» y lo grabamos en la memoria, para recordarlo como una inmersión muy, muy especial y emotiva.
Entretanto, la tripulación iba a tope, intentando sacar el barco, difícil pues la marea estaba baja, y taponando la vía de agua; las dos bombas de achique haciendo su función a toda marcha y todo lo demás funcionando perfectamente. Pasaron varios barcos de safari a intentar ayudar, tirando de la popa con fuertes estachas, pero con la marea baja era imposible. Las intenciones son buenas, pero se tienen que alinear los medios para que todo fluya y no debiendo olvidar dónde estamos, Egipto, y los medios y capacidades que cuenta (o que no cuenta mejor dicho). La relación pasajeros tripulación siguió en la línea de todo el viaje, ayudando, animando, impsulsando, con gestos, palabras, sonrisas y hasta manos cuando hacía falta… la noche anterior habíamos bailado y jugado todos juntos y este día tocaba seguir unidos con el mismo espíritu. Son esos momentos especiales, con gente especial, en los que se deja ver la calidad humana de unos y otros y que vale más que oro.
Como no hay historia que se precie en la que no aparezca «el malo de la peli», tampoco aquí pudo faltar. Uno de los barcos que se acercó, no actuó tan bien… No puedes llegar con tu zodiac, subir a un barco que no conoces igual que un elefante en una cacharrería, empezar a dar órdenes y tratar de decir cómo hay que hacer las cosas con aires de superioridad y prepotencia, sin saber de qué va nada ni quien es quien. No, señora, no había vidas que salvar, estábamos todos la mar de a gusto, no había lugar para colgarse medallas y mucho menos había sitio para un afán de protagonismo fuera de lugar…. Hay que ser un poco humilde y empático en esta vida, aunque seas del mismo país y competencia (¿o precisamente por eso??). Hay valores y formas que habría que mantener siempre por encima de todo. Son actitudes que quedan claras y demuestran cómo es cada cual, y es algo que todo el mundo percibió y comentó como una falta de respeto absoluto y muchas cosas más que no puedo dejar por escrito. Así que despaché a esta gente que no buscaba ayudar, sino buscar carnaza, con gran pena por la decadencia del ser humano en determinadas situaciones.
DESEMBARCANDO DEL SOUTH MOON
Ya era de noche cuando el grupo y las maletas se trasladas al King Snefro, tras su llegada. La estupenda relación entre ambas empresas (Seaqueen y Snefro) hizo que estos se prestaran inmediatamente a venir a llevarnos y terminar lo que quedaba de safari, pese a que como digo, la burocracia Egipcia lo hizo mucho más largo de lo que debiera haber sido. Ahmed, el guía de KSF, lo hizo francamente bien, y se dejó la piel para que este incidente inesperado no cambiara la percepción de unas vacaciones estupendas. Fue todo un acierto de persona, y un nuevo amigo con el que contar. Cena en el nuevo barco, noche bajo las estrellas con gin tónic y cervezas, y a descansar de un día largo y atípico. Por la mañana seguimos ruta y actividades previstas, juguetear en el agua, snorkel, una inmersión muy buena, comida y ya a la tarde, amarrados a puerto, tal como estaba programado. Salimos a cenar ya en Sharm y brindar por un viaje único, que pese al susto inicial, había seguido su curso magnífico.
Sin embargo, no estábamos del todo felices porque el barco con la tripulación seguía en el arrecife, ya iba para dos días, sacarlo requería hacer las cosas en el momento justo, por eso no dejamos de estar pendientes de todo, mandando fotos y mensajes de apoyo a la tripu para que se sintieran respaldados. Les mandamos una foto debajo de la luna llena en el Old Market, y otra desde el lugar de la cena, mientras el eclipse que vimos perfectamente. Ellos nos dijeron que estaban bien, contemplando el Eclipse en la cubierta del SM, así que de ese modo estábamos unidos… Todos para uno… ¡¡uno para todos!! Se había creado un fuerte vínculo entre todos, y no se deshizo en ningún momento, pese a que la distancia podría haber hecho que todo se olvidara. Pero no era posible, con una calidad humana tan ENORME que había en ese viaje.
Y MIENTRAS TANTO, EN EL ARRECIFE…
El sábado temprano, prácticamente a las 48 h del incidente, con el apoyo del barco Juliette que había zarpado de noche llevando a bordo a Said, uno de los armadores, varios patrones, carpinteros y gente con verdaderas ganas de ayudar, a la hora justa, con ganas y técnica, aprovechando el pico de la marea, el South Moon salió prácticamente sólo del arrecife. Los gritos de alegría y abrazos que nos dimos todos al recibir la noticia , ¡¡fueron épicos!! Nuestro querido SM estaba ya en su lugar, todos a salvo sin ningún problema y flotando y navegando, como ese gran barco que es. Tras una inspección a fondo para comprobar que no hubiera daños importantes y hacer unos arreglos de fortuna para poder navegar, el South Moon emprendió ruta de regreso hacia El Tor, el varadero, donde poner las tiritas que necesita y volver a trabajar cuanto antes.
A pesar de haber vivido unos momentos de nervios, por los varios intentos en que no se consiguió sacar el barco, incluso siendo varios los que tiraban a la vez (se trataba más de técnica que se fuerza), lo cierto es que las preocupaciones fueron por el barco en si, ya que nosotros como grupo estuvimos perfectamente. Incluso estando en el agua, no se notaba el barco moverse, inclinado ni por supuesto peligroso. Sin embargo, la primera noche que pasó la tripulación ahí, cuando el grupo ya se había ido, sí que fue dura; la oscuridad, el cansancio, la rabia e impotencia, la pequeña vía de agua y la incertidumbre siempre pasan factura, pero por suerte el tiempo era excelente, y en el hipotético caso que el barco hubiera sido un peligro, las 2 grandes zodiacs e incluso las balsas salvavidas eran más que suficiente para toda la tripulación, y lo más importante a salvar del agua, y nosotros, en el otro barco, estábamos comunicados y cerca como para llegar a su auxilio, si hubiera sido necesario. ¡Pero eso fue algo que nunca hubo que pensar!
PENSAMIENTOS, SENSACIONES, CONCLUSIONES. EMOCIONES.
Ha sido un accidente provocado por múltiples factores y la mano de hierro de Murphy… Quizá elegir la ruta más corta pero más incierta, el mar plano sin la ola que señala los arrecifes al romper en ellos, una neblina de calor, el sol de frente… muchos componentes que se debieron alinear para que nuestro Capitán, con muchísima experiencia, viviera un momento crítico. Pero de todo se sale, todos somos humanos y nadie infalible, así que, Hammo seguirá siendo nuestro capitán, con una muesca más en su bitácora.
En lo que a mi respecta, lo viví con una intensidad creo que demasiado fuerte. Personalmente tuve mis momentos de desesperación, rabia, enfado, tristeza, decepción y hasta locura porque las formas de hacer las cosas en este país son totalmente antagónicas a las que nosotros entendemos, y un carácter temperamental como el mío, unido a ese vínculo personal y emocional tan fuerte que tengo con este barco, Karim, Doro y SeaQueens en general, me hizo pasar dos días realmente malos, intensos y al límite. Tengo que reconocer que me fui de madre en bastantes ocasiones, y que saqué cosas de lugar, simplemente por no aceptar dónde estábamos y quién soy yo (una mujer en Egipto, ¿¿qué pretendía, que me tomaran en consideración, por mucho genio y cabreo que sacara??), y mira que conozco bien el país y su forma de ser, pero se me puso por delante esa visceralidad y emocionalidad mía exagerada… Me «peleé» con el pobre Ahmed a su llegada porque no entendía sus indicaciones, que no eran si no, lo que le comunicaban sus jefes… Discutí con él y le dije de todo, hasta que más adelante nos sinceramos y vimos que íbamos en la misma línea, pero que él no podía hacer nada más que cumplir las órdenes de sus superiores. Le dije de todo al capitán del otro barco cuando vi que nos habían engañado y no íbamos a recoger a nuestra gente, y aunque no hablaba inglés ni por supuesto español tengo claro que entendió perfectamente mis palabras. Intenté por todos los medios, gritando, llorando, pacíficamente y con acciones más alocadas el hacer las coas tal como me indicaba mi forma de pensar occidental… pero no sirvió de mucho más que de alterarme, agotarme, hacerme llorar y despotricar llena de impotencia y tristeza por no poder hacer nada por los que tanto aprecio. Finalmente la cordura de todos, las palabras apaciguadoras de los más afectados, el apoyo incondicional y los abrazos de mis compañeros ante mi impotencia, la actuación tranquila de la tripulación, y la necesidad de recolocarme en mi sitio, me llevó a aceptar con resignación el “es lo que hay” de las situaciones que estábamos viviendo, tratando de no sufrir más que lo imprescindible, ni implicarme más de donde podía llegar. Aunque creo que no lo conseguí del todo, el que todo saliera bien, ayudó mucho a colocar las emociones en su sitio.
TODO ES MEJOR CON BUENA GENTE ALREDEDOR
Finalizado el viaje podemos decir que ha sido único. Incluso el haber vivido este incidente nos ha reforzado en lo importante, la cohesión, buen rollo, risas y palabras de ánimo han sido la tónica. SeaQueens es una compañía excepcional que ha sabido gestionar en todo momento, desde el principio y con absoluta calma y profesionalidad algo que, se haber ocurrido en otras manos, podría haber terminado mucho peor. La prioridad era el bienestar del grupo, y la tripulación, y eso fue siempre lo que se priorizó. El barco, fuerte y robusto, hizo su papel y aguantó el embate. La buena gente, los buenos equipos, buscar hacer las cosas bien por encima de todo y el creer firmemente en todo esto, ha logrado que el vínculo con el South Moon sea aún mayor y todos tengamos ganas locas de volver a embarcar por estas aguas mágicas para volver a disfrutar de momentos tan buenos como los que hemos vivido a bordo!!
Son experiencias duras, momentos difíciles y golpes inesperados de la vida, que ayudan a valorar lo realmente importante y válido, que ponen al descubierto los valores mas auténticos de las personas y que crean unas experiencias, emociones y vivencias, que unen y refuerzan en aquello que de verdad vale la pena.
GRACIAS DE VERDAD A TODOS.
Yo era una más del grupo y en ningún momento sentí inseguridad, y tengo la suficiente esperiencia de navegar para saber lo que digo.
Es muy importante en circunstancias difíciles el comportamiento del grupo y como Hellen describe, ese era un grupo 10 y una igual tripulación.
No era la primera vez que viajaba con vosotros en el South Moon, pero tampoco ha sido la última.
Volveré a veros y se que lo pasaré genial como siempre.
Mabel